Martes III semana de Pascua, ciclo A. Jn (6,30-35)
Desde que nacemos empiezan las comparaciones: « este hijo es más pequeño que aquel, más moreno, más blanco.» las comparaciones vienen desde el momento que nacemos, y casi siempre pasamos comparándonos o comparando a los demás.
Las comparaciones hacen mucho daño porque al estar comparando a la persona que tengo enfrente con otra persona, me pierdo de conocerle en verdad, me pierdo de descubrir sus dones, cualidades porque estoy simplemente trayendo un modelo antiguo, trayendo otro modelo exterior y eso me impide conocer a la persona que tengo en frente.
Por ejemplo, un padre de familia que compara sus hijos « este es mejor, este es más servicial » les hace mucho daño a sus hijos. O un amigo que compara a sus amigos con los antiguos compañeros, amigos. La comparación siempre va a ser una pérdida de tiempo porque me pierdo de disfrutar a la persona que tengo enfrente.
Eso pasó en el Evangelio de este día, San Jn 6-30-35 porque le dicen a Jesús « Moisés nos dio el Maná y tú, ¿Cuál es tu obra? ¿Y tú qué signo harás? » Por estar comparando a Jesús con Moisés se perdieron de conocerle de verdad. Se quedaron solo con el signo, solo con el gesto que había multiplicado los panes y empezaron a compararle con Moisés. Las comparaciones hacen que nosotros no podamos conocer de verdad a esa persona que tenemos enfrente.
Luego, caemos en ese error de querer comparar a Jesús con los personajes de la historia. Un gran personaje decimos « ha dejado esto, ha hecho aquello » y por eso le preguntan a Jesús « ¿Tú qué has dejado?, ¿y tú cuál es tu obra? » Jesús no puede entrar en nuestros esquemas de comparación porque Él va más allá de las comparaciones; es el creador del mundo, del universo. Es nuestro padre el que desde antes que naciéramos nos ha formado, nos ha consagrado, como dice el profeta Jeremías.
Este Evangelio nos invita a que valoremos a la persona que tenemos enfrente, a que evitemos las comparaciones porque estaremos de perdiéndonos de conocer a esa persona, a esos dones, a esas cualidades que tenemos ahí enfrente.
Finalmente, ante estas comparaciones, Jesús no pierde la calma ni la paz. Jesús les responde con prudencia y paciencia. Nos ensena a ser pacientes con los defectos de los demás, a ser paciente con las distintas insinuaciones, con los distintos errores de los demás.
Jesús no pierde la paz, El siempre responde con Misericordia.
Que El Señor te bendiga.
Padre Sam.
1 Comment
Muy atinada la reflexión de hoy. Comparar nos cega y muchas veces hacemos comparaciones con modelos que realmente no conocemos. Valoramos a una persona con otra y nos olvidamos de resaltar lo mejor de cada una.
Que tengan un lindo día.